Naturaleza guajira.

Foto: Rafael CruzCon  mucho orgullo asumo mi naturaleza guajira, esa que heredé de mi abuelo, comunista, de mi abuela  semianalfabeta, de mis tíos con amplias convicciones sobre la honradez, de mis verdes y cultivados  campos  camagüeyanos.

Y es que por estos días de batallar incesante por el regreso de los héroes cubanos prisioneros en distantes cárceles de Estados Unidos, he pensado un poco más en mi estrella de campesina, graduada universitaria, periodista y profesora universitaria.

También repaso  mi sueño-realidad de traer bellos hijos  para mi tierra de pastores y sombreros, mi sueño-realidad de asumir las madrugadas de estudio, las mañanas de ajetreo laboral y  mi tiempo inalcanzable, pero  muy posible de seguir viviendo en  estado de  paz-alegría.

Mi espíritu campesino me convida a creer, a seguir creyendo, en la tierra que me dio vida, a disfrutar de la belleza de mi Cuba, a evocar sus parajes, naturales o construidos, me estimula cada calle, cada obra que se levanta retadora en pos de celebrar los 500 años de Camagüey, me enorgullece cada hospital que se repara  y cada consultorio con relucientes puertas y persianas que denotan la reconstrucción.

Mi naturaleza de guajira camagüeyana me ha traído de vuelta cuando he pisado  otras tierras dentro y fuera de Cuba, y sigo amasando la fortuna de trabajar  y estudiar  en compañía de una linda familia. René  ya está con nosotros, pero es lástima que  Gerardo, Antonio, Ramón y Fernando no tengan mi misma suerte.

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